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miércoles, 16 de enero de 2013

VICTIMIZACIÓN SEXUAL Y ESTIGMATIZACIÓN

Pintura de Mujer Solitaria
Las agresiones sexuales contra adultos son cometidas casi exclusivamente por hombres, y la mayoría de las víctimas son mujeres, aunque también hay hombres (sobre todo en prisiones). Puede tener lugar en diferentes contextos: entre extraños, entre conocidos, durante una cita o dentro de la pareja.

Se trata de uno de los delitos más frecuentes de los que son víctimas las mujeres. Del total de delitos experimentados por la mujer más del 50% están relacionados con las agresiones sexuales. Es el delito más amenazante a la integridad física y psicológica y el que produce mayores secuelas psicológicas a corto y largo plazo. 

Se ha demostrado que las mujeres que sufren agresiones sexuales no responden a unas características físicas, sociales o culturales determinadas. Sin embargo, las víctimas son, frecuentemente, mujeres de 18 a 25 años. La vulnerabilidad de este grupo de edad deriva de una exposición mayor a diversas situaciones (características del tipo de vida habitual en esta edad) y a una percepción menor del posible riesgo que conllevan.

Cabe destacar que son los delitos que menos se denuncian, siendo una de las cifras negras más elevadas; motivo por el cual al agresor se le alienta su conducta, se le crea una cierta sensación de impunidad y aumenta la probabilidad de ocurrencia de nuevas conductas de agresión en el futuro. Los motivos por los que sólo se denuncian una mínima parte de las violaciones son tres fundamentalmente:
  • Por falta de información y desconfianza respecto al trato y eficacia de la policía y del sistema judicial. Por temor al ridículo, por percibirse víctima de la censura social y por sentirse responsable de lo ocurrido. Por la vergüenza y/o ira que puede suponer el revivir el acontecimiento traumático.
  • Por miedo a represalias por parte del agresor. Se sabe que los agresores sexuales son parientes y conocidos de la víctima en casi  el 50% de los casos.
  • Por la reacción de temor y grado de confusión que suscita la vivencia inmediata de la agresión sexual y que puede persistir, incluso con mayor intensidad, horas después de la agresión.
Durante la agresión, la víctima intenta sobrevivir y, dependiendo de la situación, puede comportarse de distintas formas; algunas intentan huir, otras razonan o discuten con el agresor, se defienden o se quedan quietas con el fin de no provocar más violencia. En ocasiones, las víctimas intentan memorizar detalles referentes a la agresión o agresor. En el momento de la agresión, normalmente experimentan un miedo muy intenso. De ahí que la respuesta inmediata sea el shock, aturdimiento e incredulidad. Después, pueden sentirse culpables y pensar que deberían haber hecho algo más para evitar lo sucedido.

¿Cuál sería la respuesta del entorno social de la  mujer víctima de agresión sexual?

Tras el suceso, las creencias y actitudes sociales hacia la violación ejercen dos funciones básicas: una interpretación restrictiva del concepto legal y la trivialización social de la experiencia vivida por la víctima. Diversos estudios señalan la existencia de seis grupos de creencias sociales que sostienen el proceso estigmatizante:
  1. Las víctimas son vistas como responsables de su suerte.
  2. Son culpabilizadas.
  3. Son ignoradas socialmente.
  4. Se tienden a percibir como perdedoras.
  5. Se teme a su "contenido".
  6. Se les evita por ser "depresivas".
Los primeros estudios sobre el proceso estigmatizante de la sociedad sobre la víctima se iniciaron a finales de los años sesenta y principios de los setenta, focalizando su estudio en la pobreza, el racismo, el sexismo como elementos explicativos (algunas explicaciones sobre la agresión sexual). Posteriormente, se pasó al concepto de "victim-precipitation" y su relación con estereotipos y mitos. En la actualidad, la tendencia a culpabilizar socialmente a la víctima se muestra como un proceso psicosocial complejo. Este aparece en el entrono social de la víctima, estigmatizante hacia la víctima, al establecer una interpretación equívoca de la agresión sexual.


En relación a la estigmatización social de la víctima y los procesos de inculpación se han desarrollado dos teorías explicativas:
  1. Teoría del mundo justo (Alexander, 1980): Según la cual, el mundo es un lugar justo y las cosas malas solo suceden a gente mala, por ello se culpabiliza a la víctima de su infortunio.
  2. Teoría de la atribución defensiva (Selby y Warring, 1976): Según esta teoría, las personas deseamos protegernos y para ello, evitamos identificarnos con la víctima.
Entonces la estigmatización se produce al contemplar a la víctima no cómo es y se comporta, sino cómo se esperaba que hubiese sido y comportado.

Los procesos de estigmatización varían de intensidad según diversos factores:
  • Tipología delictual: máxima en la violación
  • La severidad del suceso: a menor severidad menor estigmatización.
  • El sexo de la persona evaluadora: el masculino tiende a estigmatizar más a la víctima que el femenino.
  • La percepción social de la personalidad: las víctimas con unas características previas de personalidad positivas tienden a ser vistas socialmente en términos positivos.
  • Contexto sociocultural: según el marco sociocultural de referencia del grupo social.
Varios estudios relacionan la estigmatización social con la autovaloración. Así, las manifestaciones de desaprobación social hacia la víctima como persona, están asociadas con una disminución de su nivel de autoestima. Un grado similar de estigmatización social no afecta por igual a todas las víctimas; así, aquellas con una fuerte personalidad y optimismo antes del suceso tienden a negar la autodecepción, mientras que con un bajo nivel de optimismo degradan aun más su nivel de autoestima.

El apoyo social tiene un efecto positivo tras la victimización sexual, manteniendo e incrementando la autoestima de la víctima.

Notgrass y Newcomb (1990) sintetizan estudios previos con agresiones sexuales y concluyen que el apoyo social correlaciona positivamente con el afrontamiento y el ajuste a largo plazo al minimizar la ansiedad, evitar el desarrollo ulterior del síndrome de estrés postraumático, la aparición de disfunciones sexuales, la disolución de las relaciones sociales, los cambios negativos en los sistemas de creencias hacia los hombres, reducir los intentos de suicidio y prevenir la recaída a largo plazo.

Figley y MacCibbin, (1983) destacan que la red familiar actúa protegiendo a la víctima contra la aparición del síndrome de estrés postraumático de cuatro formas: 1. detectando los síntomas, 2. ayudando a afrontar el problema, 3. recapitulando sucesos significativos y 4. facilitando la expresión de los sentimientos sobre el suceso. En este último aspecto, cuatro acciones básicas a realizar son: la clarificación, la comprensión, corrigiendo distorsiones que permitan objetivamente y apoyando nuevas perspectivas sobre el suceso.

El papel de la familia:
  • permite expresar a la víctima sus sentimientos sobre el suceso.
  • ayuda en la resolución de problemas
  • reduce los sentimientos de inequidad al intentar localizar al agresor o vigilantismo
  • es un elemento esencial en el proceso de reajuste social de la víctima.


Queda claro que los delitos sexuales son peculiarmente victimizantes, ya que dejan serias secuelas psicológicas y sociales, producen importantes cambios en la personalidad, de conducta y provocan una notable sobrevictimización. Ante todo la víctima no debe sentirse rechazada, fenómeno peculiar que no se presenta en otros delitos. La sobrevictimización de la víctima se inicia al terminar la agresión, ya que tiene que decidir la conducta a seguir. Si no denuncia, el hecho queda impune, no se le hará justicia y además, presenta la posibilidad de que el agresor, al verse impune, se vea tentado a reincidir. si denuncia, queda expuesta al estigma social, a la curiosidad pública y a un molesto procedimiento penal que, en ocasiones, puede llegar a ser más traumatizante que la agresión sexual en sí misma debido a la cantidad de reconocimientos médicos, interrogatorio policial, entrevistas en medios de comunicación, etc. que dificultan su reajuste social.

Bibliografía:

Soria Verde, Miguel A., Hernández Sánchez, José A. (1994) "El agresor sexual y la víctima"  Boixareu Universitario. Barcelona.

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