Entre las explicaciones que hacen referencia a la agresión sexual hacia las mujeres se encuentran las que proceden de la antropología cultural, que asocian los conceptos y prácticas de masculinidad "buena" con tres áreas de acción social que han sido reivindicadas como cualidades esenciales del núcleo de la masculinidad hegemónica en las sociedades patriarcales:
- la procreación, como heterosexualidad normativa y como terreno de dominación sexual sobre la mujer,
- la protección, como prácticas de control físico de los hombres como enemigos y las mujeres como propiedad de los hombres, y
- la provisión de bienes y alimentos para la familia y la comunidad que legitima la exclusión de las mujeres de las áreas de alto estatus del trabajo remunerado y de la toma de decisiones.
La actividad delictiva aparece como la antítesis de la actuación social de dominación masculina legítima y como amenaza a las prácticas de procreación, protección y provisión. La fijación masculina con la procreación como heterosexualidad normativa, con la dominación a través del control sobre las personas débiles, principalmente mujeres y niños, establece el nexo decisivo para las prácticas de agresión sexual.
Dichas prácticas y su control pueden diferenciarse debido a causas situacionales, culturales e históricas; no obstante:
- Los autores de violación hetero y homosexual son casi siempre masculinos.
- A través del tiempo y de las diferentes culturas, la violación hetero y homosexual se ha identificado con un campo donde la afirmación de la masculinidad y la dominación está en juego.
- La violación o reducción de mujeres (como propiedades masculinas) es una fuente tradicional de peleas masculinas.
- La agresión sexual está situada en el límite del control estatal del delito y de las políticas de género.
- La violación forzosa de las mujeres se da como práctica masculina colectiva en tiempos de guerra y de lucha étnica o en las subculturas delictivas. Prácticas colectivas de agresión o abuso sexual se pueden ver también en el turismo sexual.
Como ejemplo de estas prácticas de control se pueden citar algunos ejemplos. En Kenia, en 1993, en los campos de refugiados, fueron violadas centenares de mujeres por hombres de tribus próximas. Las mujeres son, en cierto modo, consideradas como botín de guerra. Históricamente, la posesión de las mujeres por parte del ejército vencedor o conquistador ha supuesto un símbolo de victoria, una humillación para el vencido, y una práctica habitual del terror y sometimiento de la población.
Durante la guerra civil española, el general Queipo del Llano hacía el siguiente discurso radiofónico: "Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es un hombre. De paso también a las mujeres de los rojos, que ahora por fin han conocido hombres de verdad, y no castrados milicianos".
En Irán, el régimen de Jomeini decretó que ya que las vírgenes, según la ley islámica, no podían ser ejecutadas, serían violadas de antemano.
Para las teorías feministas la violación es un mecanismo de control social, de dominio sociopolítico, donde los medios de comunicación y la pornografía juegan un papel importante, ya que perpetúan la permisividad y mantienen creencias erróneas sobre la masculinidad.
Para Marshall en la teoría general sobre delincuencia sexual intervienen varios factores: los vínculos paternos-filiares, las relaciones estrechas entre adultos, la soledad y los estilos de apego, la historia sexual juvenil, la pornografía, las influencias socioculturales, los procesos de condicionamiento, la autoestima y la empatía.
Las tendencias desviadas de los agresores sexuales tienen su origen en las experiencias de la niñez y juventud. Estas experiencias ocasionan su vulnerabilidad que, a su vez, genera una visión sobre uno mismo y sobre los demás que, combinada con pobres habilidades sociales, impide al chico en fase de crecimiento satisfacer sus necesidades de un modo socialmente adecuado. Los mensajes socioculturales que dotan a los varones de poder y privilegios son interiorizados por estos chicos y la desinhibición que producen ciertas influencias, así como las oportunidades que se presentan, preparan el terreno para la aparición y la posterior consolidación de las agresiones sexuales.
Según Marshall, los hombres tienen una tendencia innata a satisfacer sus propios deseos y pueden aprender a controlarla, especialmente en lo que se refiere a la relación entre sexo y agresión. Por su parte, Moyer afirma que las condiciones ambientales y el aprendizaje ejercen un gran poder de control sobre el comportamiento, sobre las disposiciones innatas. Por lo tanto, el comportamiento estaría determinado por la interacción entre lo innato y lo adquirido. Los factores que interfieren o dificultan el desarrollo de inhibidores son precisamente aquellos que, bajo ciertas condiciones, facilitarán la unión entre el sexo y la agresión en determinados individuos. Según esta idea, las teorías que tratan de demostrar que los violadores están determinados biológicamente no son válidas, ya que no tienen en cuenta factores determinantes como el proceso de aprendizaje o la interiorización de valores sociales (sobre todo el concepto que socialmente muchos hombres tienen respecto a las mujeres). A lo largo de los años, han sido muchos los estudios llevados a cabo para explicar que estas conducta tienen una bases biológica, entre los que destacan:
- Elevados niveles de testosterona en delincuentes sexuales de sexo masculino, pero no hay relación significante entre una hormona sexual y la delincuencia sexual. Además, tampoco serviría para explicar estos delitos cuando son realizados por mujeres (mayoritariamente los agresores son hombres, pero también se da un pequeño porcentaje de mujeres agresoras sexuales)
- Anomalía cerebral.
- Se trata de una característica determinada por la evolución, que ha modelado a los hombres para que deseen tener muchas parejas y experiencias que permitan aumentar su presencia de sus genes ancestrales en su entorno actual y futuro. Esto no es aplicable a los abusos sexuales sobre menores.
Parece que las alteraciones biológicas y los trastornos de la personalidad no son factores que impulsan a los delincuentes sexuales a realizar sus prácticas delictivas. Su comportamiento sexual está trastornado en el sentido en que parecen estar obsesionados con el sexo y afrontan los altibajos de la vida con comportamientos sexuales tanto normales como anormales. Muchos de estos delincuentes fueron víctimas de abusos en la infancia y algunos muestran toda una serie de conductas sexuales desviadas. Su comportamiento social es anómalo y tienen percepciones y actitudes distorsionadas que les impiden entablar relaciones satisfactorias. Estas percepciones y actitudes, a su vez, justifican sus prácticas.
Bibliografía:
Díez Celaya, Rosalía (1997) "La mujer en el mundo" Madrid. Acento Editorial. Colección Flash, nº 73
Marshall, William L. (2001) "Agresores sexuales" Barcelona. Editorial Ariel.
gracias por la informacion estuvo buena la entrada , lo ley todo y me parece que si isiste bien en escribir esto . saludos dede peru de frank perez pastor.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Frank! Saludos!!
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